El 22 de diciembre de 2022, hace exactamente un año, la calma habitual del barrio San Pablo se vio interrumpida por un hecho esperado por algunos, sorprendente para otros. Muy temprano, una comisión de fiscales y policía llegó al departamento donde vivía Pablo Demián Parra y le hacía saber dos cosas: que estaba imputado del femicidio de Agustina, y que quedaba detenido.

Parra, técnico en seguridad e higiene, se había mudado de domicilio. Abandonó el departamento de la calle Confluencia al 1.300, donde se produjo el crimen, y se trasladó a otro lugar sobre la calle San Martín. Cerca de las 6 de la mañana, los agentes llegaron para imponerle sobre su nueva situación y avisarle que necesitaba un abogado. Otro allanamiento se realizaba en simultáneo en la vivienda de sus padres.

Al día siguiente, ya con el asesoramiento del abogado particular Juan Manuel Coto, se le realizó la formulación de cargos. La fiscalía enumeró una serie de datos que ubicaban al hombre en cercanías del lugar del crimen y no en la otra punta de la ciudad; detalló las contradicciones en que había incurrido, y a partir de testimonios de amigas de la víctima y de pesonas de su entorno, desarrolló una hipótesis que resultó convincente para la jueza Agustina Bagniole.

Por esa razón formalizó la imputación por femicidio agravado, una calificación que lleva a cadena perpetua, y en ese momento dispuso una prisión preventiva por seis meses, que después se fue prorrogando por la complejidad del caso.

La investigación judicial se había desarrollado muy calladamente y sin levantar sospechas de hacia donde apuntaban. En alguno momentos, parecía desorientada. Se había apuntado hacia un identikit, por el que llegaron a un joven que no estuvo ni cerca del lugar donde ocurrió el hecho. Se formó una comisión policial especial.

Y los voceros habituales de la fiscalía repetían que no había sospechoso, que se estaban estudiando todas las hipótesis. Que esperaban que algún testigo apareciera con nuevos datos. Todo sonaba a justificación de una pesquisa empantanada.

Hasta ese 22 de diciembre, cuando todo se aceleró en un giro inesperado. Menos, claro, para la madre de Agustina, que siempre tuvo sus sospechas sobre el accionar de Parra. Y para el grupo de mujeres “Ni una menos”, que siempre apuntó sus sospechas contra este hombre.