Mañana comenzará el juicio por el femicidio de Agostina Gisfman, la joven rionegrina que fue asesinada a puñaladas y su cuerpo incinerado para que no quedaran pruebas del delito. El hecho se produjo en mayo del año pasado en un lugar cercano al basural de Centenario y fue perpetrado por una asociación que involucró a cinco personas: Juan Carlos Monsalve, imputado como autor material del hecho; Gustavo “el Ruso” Chianese, acusado de ser partícipe necesario y el “entregador” de la muchacha; Claudio Monsalve y Julio Zapata (dos partícipes necesarios, que habrían ayudado a concretar el plan en el lugar), y la mujer de Monsalve, Ana Perales, acusada de instigadora del crimen.

El femicidio adquiere ribetes escalofriantes, por el grado de planificación y la indefensión absoluta en que quedó la víctima. Todo gira alrededor del particular vínculo que tenían Monsalve y Chianese: el primero, como taxista en Cipolletti, que desarrollaba sus acciones en una base ubicada en la calle Manuel Estrada. El segundo, como dueño de la gomería que funcionaba en un salón anexo a esas oficinas.

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Según la investigación judicial, “el Ruso” además prestaba “servicios” adicionales a quienes se lo requirieran: por ejemplo contactarlos con algunas chicas para citas sexuales. En ese contexto hubo un primer encuentro entre Monsalve y Agostina. Pero una foto publicada en las redes sociales alertó a Perales: empezó a exigir una “reparación”. Y la reparación pasaba por la muerte de la adolescente.

Monsalve volvió a pedir ayuda a su viejo conocido para ubicarla. El hombre hizo el contacto la cita: el 14 de mayo, a las 19,30, Agostina debía esperar a Monsalve en la rotonda de la ruta 151 y Circunvalación. Nunca sospechó que esa iba a ser su última salida: en una camioneta Chevrolet Tracker de alquiler partieron hacia Centenario. En el basural, la última imagen que habrá visto la mujer, fue la mano de Monsalve armada con un cuchillo de grandes dimensiones. Luego, dos puntazos le llevaron la vida. Allí, el femicida; su sobrino Claudio y Julio Zapata, le prendieron fuego al cuerpo.

La semana pasada, Chianese realizó algunas declaraciones públicas, tratando de sacarse el “lazo” de la responsabilidad en un crimen semejante. “Yo solo quise ayudarlo porque se había mandado un moco. (…) Me pidió que la contactara, pero pensé que era para darle un susto o algo, nunca pensé que llegaría a ese extremo”, dijo.

Sin embargo, las escuchas telefónicas ordenadas durante la investigación judicial permiten suponer que Chianese sabía muy bien qué era lo que estaba planificando el antiguo taxista: “Hoy tuve tirando unas líneas más para ver cómo puedo hacer para encontrar a esta persona. No te hagas problemas. Como te dije anoche, esto lleva un tiempo, un proceso”.

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Y agregaba: “Yo tengo que estar muy seguro para hacer lo que tengo que hacer. No voy a perder mi libertad comerme 15, 20, 30 años, porque sí, por dos pesos con cincuenta. O por lo que vos quieras hacer. Así que.. nada. Dame tiempo y cuando pueda o tenga noticias te voy a ir informando”.

Unos días antes del femicidio, Chianese explicaba que ya tenía a la mujer: “Te tengo buenas noticias. La encontramos a la persona esta. Ya sabemos todo donde está parando, donde está viviendo. Hay que esperar, hacerle la guardia, ver cuando sale, encontrar el momento justo”.

Y le preocupaba particularmente un tema: “El tema está en si vas a hacer vos el trabajo, o vas a ver por otro lado, o lo termino haciendo yo con las personas que me están dando una mano. Pero ya está localidad esta persona. Falta encontrar el momento…. Como decimos nosotros: encontrarla en el baño sin papel higiénico, para que no queden rastros, para que no quede nada”. Escalofriante