Perseguido hasta la muerte

| 11/11/2021

Vairoletto, cinco razones para entender al último bandido romántico

Vairoletto, cinco razones para entender al último bandido romántico

Su vida fue un vendaval de aventuras, persecuciones y furia. Poco tiempo para asentarse en algún lugar. Algunas relaciones esporádicas; el robo veloz; la desaparición sin dejar rastros. Se hablaba más de lo que se lo veía. Y en las largas rondas de charlas, la paisanada lo fue convirtiendo en mito. Juan Bautista Vairoletto, el último bandido romántico, el autor de cuanto hecho inexplicable ocurriese en el pago. 

Había nacido un día como hoy, 11 de noviembre de 1894 en Carlos Pelegrini, provincia de Santa Fe. Sus enfrentamientos con la justicia, los robos y su proclamación como uno de los principales “enemigos públicos”, lo obligaron a mantenerse en permanente movimiento. Lo que lo convertía en una pesadilla para las patrullas encargadas de perseguirlo. Desde Santa Fe a Buenos Aires; desde La Pampa a la confluencia del río Negro. De Mendoza a Tucumán; de allí a Paraguay y de vuelta a Mendoza.

¿Por qué el personaje se fue metiendo en la cultura popular, en la memoria de las comunidades, como una especie de Robin Hood criollo? ¿Por qué es una figura recordada con cariño por distintos sectores, a contrapelo de la versión oficial que lo condenaba por bandido y asesino?

Algunas de las razones para entender al mito:

La injusticia inicial
El raid delictivo de Vairoletto comenzó con un acto de atropello por parte de la antigua “policía territoriana”, que en su búsqueda de imponer la ley terminaba confundiendo a la ley con la persona del comisario. Eran constantes las quejas de las comunidades por los abusos de jueces de paz y otros funcionarios. Este fue uno de los casos.

 

 

Si bien las versiones difieren sobre los matices, la historia coincide en algo: Vairoletto y el comisario de Castex, Elías Farach, se disputaban el amor de una mujer. Algunos dicen que el policía lo arrestó y torturó para obligarlo a irse del pueblo. Otros, que simplemente disputaron en plena calle. El resultado es que el “turco” Farach cayó muerto de un disparo y Vairoletto huyendo a caballo.

El robo a los más poderosos
Para la gente simple, para empleados, jornaleros o simples chacareros, Vairoletto no representaba ningún peligro. Al menos, no lo veían así. La especialidad del bandido: los robos relámpagos a los almacenes de ramos generales (que eran una especie de bancos de campo, por su capacidad para adelantar mercadería por cosecha); o a los recaudadores de Bunge y Born, La Forestal, Dreyfus. 

El carisma personal
Todas las versiones indican lo mismo: Juan Bautista Vairoletto era un personaje valiente hasta la médula; con una puntería excepcional y un excelente jinete. Todos valores muy preciados en aquellos años. Además, un carisma especial que empezaba por su atuendo y terminaba por su forma de tratar a los demás. En sus relaciones interpersonales solía ser un tipo muy generoso, lo que generaba cálidas respuestas de la gente humilde del pueblo. Situación que le generaba oportunidades de escape rápido, caballos frescos o la posibilidad de “invisibilizarse” en algún campo amigo. Lo que fuera, siempre quedaba alejado de aquella policía que lo buscaba a sol y sombra.


El vecino de la región
Vairoletto nunca quiso ser un paradigma de “buen vecino”, pero en el Alto Valle lo conocieron en sus dos versiones. La historia oral cuenta que Vairoletto solía instalarse periódicamente en alguno de los pueblos del Alto Valle, donde realizaba tranquilamente su vida social. En General Roca, Villa Regina o Cipolletti, parece que su única preocupación era que no lo alcanzara alguna venganza personal. Todavía se escuchan los relatos de antiguos pobladores señalando en tal lugar se hacía afeitar Vairoletto o que en aquella casa tenía una novia que lo esperaba.
Pero también se le atribuyen hechos de violencia, asaltos y un par de muertes en Contralmirante Cordero, Roca, Regina, Cipolletti, Mencué, El Cuy y Catriel.

El final del perseguido
Si el comienzo tiene importancia en la constitución del mito, el final tiene que ser épico. Dicen que Vairoletto, cansado de vivir errante y sin rumbo, resolvió un día que era tiempo de “establecerse”. También están los que interpretan que el amor de una moza lo “encarriló” por la buena senda. Lo real es que encarnando a Francisco Bravo compró una chacra en la colonia del Atuel y allí formó familia.
Y hasta el sur mendocino lo fue a buscar una partida policial formada por agentes de “La Territoriana”, la temida formación especial que rastreaba el paradero de los fugitivos más allá de cualquier jurisdicción. Delatado por un antiguo compañero de andanzas, Vairoletto cayó como quería. Defendiéndose a los tiros. Su esposa siempre argumentó que al final, cuando no había esperanzas, se suicidó. “No quería terminar sus días en la cárcel”, explicó. Era el 14 de septiembre de 1941.

 

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