04/03/2018

¿Queremos revertir la decadencia?

"El Gobierno salvó a la sociedad -y se salvó a sí mismo- de padecer las calamidades que incubó el kirchnerismo, y se cargó a sus espaldas el lastre de aquella gestión", dice Ricardo Esteves, empresario y licenciado en Ciencias Políticas.

¿Queremos revertir la decadencia?

Por Ricardo Esteves* (La Nación)

La derrota electoral de Daniel Scioli y el triunfo de Cambiemos significaron un hito fundamental para la vida del país, un hito de esperanza y una desaceleración del proceso de decadencia que tiene atrapada a la Argentina desde hace tantas décadas. Sin embargo, ese proceso no ha podido ser revertido aún por la sociedad -es tarea de todos, no solo del Gobierno-. Ahora, cabe la pregunta: ¿quiere realmente la sociedad argentina revertir la decadencia? ¿Está dispuesta a tolerar los sacrificios que implica?

No por considerar la economía por encima de la política o de la moral, lo cierto es que cuesta encontrar en estas disciplinas indicadores empíricos que puedan atestiguar sobre la reversión de la decadencia. En cambio, a partir de ciertos indicadores económicos se pueden constatar conductas colectivas guiadas por la racionalidad y la responsabilidad que conducen invariablemente a elevar los estándares sociales y humanos. ¿Cuáles son esos indicadores? El índice de inflación y el nivel de inversión.

La reversión del proceso de declinación de la Argentina se podrá constatar sólidamente el día que el país pueda sostener una inflación del 5% anual -o menos- y niveles de inversión como mínimo del 22% del PBI. Debería ser sencillo ya que son metas modestas, pero para la Argentina no lo es. En contraste, mientras el país conviva con altas tasas de inflación y pobres niveles de inversión continuará en la senda descendente en que el populismo arraigó las mentes de los argentinos, a tal punto que modificar la realidad implica sobre todo una batalla cultural.

Un hábito arraigado, promovido por el populismo y un factor clave de la decadencia es que el país gasta más de lo que produce. Por eso necesitó endeudarse en 40.000 millones de dólares en 2017 para cubrir gastos corrientes del Estado (el 86% son salarios, jubilaciones y subsidios, o sea, consumo). Una cifra escalofriante que se suma a la cuenta del "debe". Contra eso el país solo puede aducir "que nos quiten lo bailado". ¡ Muy triste! Y una prueba contundente de que no hemos salido aún de la decadencia. ¿Quién se hará cargo del faltante en este 2018, en 2019, en 2020... si nadie está dispuesto a sacrificar un céntimo de su actual nivel de ingreso?

Algunos creen que el crecimiento permitirá cubrir el faltante, y que así se podrá liberar a la sociedad de cualquier sacrificio (para que los sigan votando). Pero el crecimiento depende de la inversión. ¿Habrá inversión con esta brutal carga impositiva? ¿Con las condiciones laborales de la Argentina? ¿Con lo que cuestan las cosas en el país? ¿Con este nivel de inflación? Se supone que el capital internacional vendrá a la Argentina cuando haya garantías de que tendrá un retorno sobre su inversión. No va a venir a levantar la factura de consumo de la que los argentinos no estamos dispuestos a hacernos cargo.

Sabiamente, el Gobierno optó por el gradualismo para evitar los efectos de un shock, pero eso no quiere decir que la sociedad no deba hacer los deberes del caso. O que les traslade toda la responsabilidad a los gobernantes por un desajuste que es estructural.

La señal de madurez colectiva vendrá cuando el país pueda mantener tasas de inflación y niveles de inversión que atestigüen que dejó de gastar por encima de sus posibilidades, que comenzó a asignar una proporción adecuada de la producción nacional para "construir un futuro". E iniciar así un proceso de recapitalización que abrirá indefectiblemente las compuertas a un mejoramiento en otros planos de la vida nacional. La disminución de la pobreza, el gran objetivo, solo comenzará a operar cuando se puedan conjugar esos niveles de inflación y de inversión, como una consecuencia natural y lógica.

Lograr esos indicadores no es exclusividad de países sajones o asiáticos, ya que Perú tuvo en 2017 una inflación anual del 1,4% y una tasa de inversión del 25%. Y Chile, 2,8% y 22%, respectivamente. Y Brasil, 3% de inflación y un magro nivel de inversión (19%) a causa de su crisis política y económica.

El Gobierno salvó a la sociedad -y se salvó a sí mismo- de padecer las calamidades que incubó el kirchnerismo, y se cargó a sus espaldas el lastre de aquella gestión. Les hizo un favor a la sociedad y al kirchnerismo. Mientras este cínicamente se desvive por destituirlo, la sociedad exige y actúa como si el país estuviera en equilibrio y pretende además desligarse de cualquier costo o responsabilidad por los despilfarros y las atrocidades que se cometieron, como si los Kirchner hubieran llegado al poder con el voto de los marcianos.

*Empresario y licenciado en Ciencias Políticas

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