OPINIÓN Escribe Jorge Castañeda

| 26/09/2015

Crónica de un lector y sus diccionarios

"...me permito recomendar el intimar desde niños y para toda la vida, con esa "amplia serie de palabras y términos ordenados alfabéticamente, cuya finalidad es de consulta y que son conocidos como diccionarios”.

Cuenta Gabriel García Márquez que gracias a su abuelo conoció el placer de los libros y de la lectura, pero sobre todo el amor a los diccionarios.
"-Este libro no sólo lo sabe todo, sino que es el único que nunca se equivoca. Era el diccionario de la lengua, sabe Dios cuál y de cuándo, muy viejo y ya a punto de desencuadernarse. Tenía en el lomo un atlas colosal, en cuyos hombros se asentaba la bóveda del universo. Esto quiere decir –dijo mi abuelo- que los diccionarios tienen que sostener el mundo.” Yo no sabía leer ni escribir, pero podía imaginarme cuánta razón tenía el coronel si eran casi dos mil páginas grandes, abigarradas y con dibujos preciosos. En la iglesia me había asombrado el tamaño del misal, pero el diccionario era más grande. Fue como asomarme al mundo entero por primera vez.” 
Y finaliza expresando García Márquez que "su destino podría ser menos efímero que el de tantos otros, si se descubre a tiempo que no hay nada más útil y noble que los diccionarios para que jueguen los niños desde los cinco años. Y también, con un poco de suerte, los buenos escritores hasta los cien”. 
Yo, humilde poeta y escritor de la región más al sur de toda la provincia, siendo un lector voraz y compulsivo, que al igual que Cervantes "leo hasta los papeles tirados en la calle”, como el Gabo, comparto especialmente la devoción por la lectura inapelable de los diccionarios.

En mi biblioteca entre mis favoritos están los dos tomos encuadernados en pasta –son mis preferidos y estoy orgulloso de tenerlos- del Diccionario de la Lengua Española, vigésima edición. Un verdadero tesoro.
En cambio, para la consulta urgente, apelo al Diccionario Enciclopédico Uno Color, de la editorial Océano. Una verdadera joya por sus pequeñas láminas a todo color.
Entre mis libros también está el Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado de Vila-Escuain, de la Editorial Clie de España. Y de más pequeño formato pero muy enjundioso, el Diccionario Bíblico que acompaña a la versión de la Biblia de Jerusalén, de la editorial Folio, de hermosa encuadernación.
Me deleito con el Diccionario de Tesoros Artísticos de España editado por Readers Digest, cuando tenía la buena costumbre de imprimir libros de excelente calidad.
De embriagante lectura es el Diccionario Insólito en dos tomos de Luis Melnik, de editorial Emecé, que recomiendo especialmente porque se puede leer como una novela.
El Nuevo Diccionario Lunfardo de José Gobello, de Corregidor, es uno de los más completos y explicativos sobre el tema. Imprescindible.
Mi amigo ya fallecido, el doctor Juan Carlos Irízar, me obsequió el Diccionario de Vocabulario y Refranero Criollo de Tito Saubider, bajo el sello editorial de Letemendía. Para conocer el pelaje de los caballos, las piezas del apero y otras lindezas gauchas.
Diccionario Español – Mapuche tengo el del Padre Ernesto Wilhem de Moesbach, que me regalara mi amigo Jorge Guzmán, a pesar que consulto varias toponimias, las que por estar ordenadas  alfabéticamente son también diccionarios, en este caso de topónimos, pero que sería largo de  enumerar en esta breve nota.
Suelo también consultar el Diccionario de Literatura Hispanoamericana de Horacio Jorge Becco de la editorial Huemul, muy completo.
A su vez, el Diccionario Poético Argentino recopilado por el escritor Abel Ligalupi, del Fondo Editor Latinoamericano, tiene una particularidad que me hacer poner colorado: ¡Estoy incluido, entre tantos ilustres poetas!!  
Para conocer bien cada vocablo suelo recurrir al Diccionario Etimológico Abreviado de Fernando Corripio, de Bruguera, muy sucinto pero ameno. El de María Moliner  por ahora no le está permitido a mi estipendio, y aunque  lo suelo consultar en la red, no es lo mismo.
El Diccionario Histórico Argentino de Wrghit-Nekhom editado por Emecé tiene bastante rigor histórico, pero faltan lamentablemente algunas personalidades históricas del interior.
Tengo también más abarcativo el Diccionario de la Historia Argentina de la Editorial Río Negro, que suple algunas falencias del anterior.
El Diccionario de Sinónimos y Antónimos Lexis 22, en versión encuadernada del Círculo de Lectores, me ayuda para la resolución de grillas y crucigramas a los que soy afecto. También guardo como en toda casa que se precie, mis diccionarios de Inglés Castellano y viceversa. Pero ahora con el traductor por Internet suelo consultarlos muy poco.
Para finalizar este recorrido por los diccionarios de mi biblioteca no podía estar ausente el Diccionario del Argentino Exquisito de Adolfo Bioy Casares, con su fina ironía y su elegancia en la prosa.
Yo –lector empedernido- me adhiero a las palabras iniciales de García Márquez y como él, me permito recomendar el intimar desde niños y para toda la vida, con esa "amplia serie de palabras y términos ordenados alfabéticamente, cuya finalidad es de consulta y que son conocidos como diccionarios”.



Jorge Castañeda
Escritor - Valcheta



 


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