Ayer los efectivos de Gendarmería Nacional intervenían en dos domicilios pertenecientes a la fundación Remar, donde funciona un centro de rehabilitación para jóvenes con adicciones y en uno de ellos también funciona un refugio para mujeres víctimas de violencia de género. 

La intervención fue por una denuncia por sometimiento a la esclavitud y a la prostitución de una joven de 20 años, a la que Gendarmería logró rescatar. 

Este caso no está aislado. Anteriormente, otras jovenes han sido rescatadas por la Justicia Federal luego de que reciban denuncias por trata de personas.  

El caso de Nadia Ayelén Robidu, una joven de General Pico, fueron procesados por sometimiento a la esclavitud y a la servidumbre el pastor Pedro Gómez y su mujer Maite Varela.  

Dicha fundación tiene hogares en Neuquén y Fernández Oro. Los integrantes caminan las calles de las ciudades para vender o pedir donaciones. Aunque en su discurso no lo manifiesten, estas actividades son para pagar sus gastos de albergue y comida. 

En Remar hay muchas personas que anteriormente estaban en situación de calle, con problemas de adicción o que habían sufrido violencia de género. Sin embargo, en la fundación no cuentan con personal especializado en este tipo de situaciones, ni tienen el control de salud. 

Las personas que son aceptadas son “sacadas” de esa problemática a través de la fe.  

Según el medio Mejor Informado, en Remar cumplen un estricto régimen laboral y la permanente lectura de la palabra de Dios, que hace que puedan salir de las problemáticas.  

Pero la ayuda no es gratuita. Se paga hospedaje, comida y deben cumplir diversas actividades para poder generar dinero para la institución. 

También reciben donaciones de distintos comercios y organizan grandes ferias, como también una vez al año se hace la ofrenda del oro, en la que sus seguidores deben entregar algún objeto de ese metal que sirve para financiar los importantes costos que demanda mantener la fundación. 

Según las prácticas de Remar, el trabajo extremo al que son sometidos las personas internadas, el régimen piramidal en el que la palabra del superior no se discute y el permanente relato de la palabra de Dios son los elementos usados para el tratamiento, que no tiene ningún tipo de control ni seguimiento médico. Es más, muchos profesionales aseguran que los pacientes no dejas sus adicciones, sino que cambian las drogas por el fanatismo por la biblia.