Patricia Rendón tenía un comercio en Catriel, una hija de siete años que iba a la escuela primaria y un proyecto de vida que podía abrirse de diferentes maneras. Había empezado una relación con un joven italiano, Francesco Nuvolari, y tenía previsto un viaje a Europa para empezar a definir un futuro. Nada de eso pudo ser. Ni el chofer que había contratado para viajar al aeropuerto neuquino, ni sus amigas ni la policía pudieron encontrarla. Su ex pareja, Fernando Cronenbold, terminó guiando a una comisión judicial hasta un descampado a 80 kilómetros de la localidad. Allí, a un metro de profundidad, estaba enterrado su cuerpo.

La autopsia reveló algunos detalles de su muerte. El primer golpe vino de frente e impactó brutalmente sobre el hueso frontal de la víctima, entre las cejas. A pesar de la violencia, no era mortal. Patricia quedó muy aturdida y empezó a caer hacia adelante. El segundo mazazo llegó desde atrás, en la zona del hueso occipital. Allí donde empieza la nuca. Hubo ruptura ósea y un derrame cerebral que le provocó la muerte prácticamente de manera inmediata. No hubo heridas defensivas, ni en las manos ni en los brazos. Esto permite hipotetizar que el ataque le llegó completamente por sorpresa y fue devastador.

Estos golpes se realizaron con un elemento duro y con filo. Podría tratarse de un hierro ángulo, por la marca que dejó en la frente. Ese objeto todavía no fue encontrado.

Para la fiscalía, el femicidio se produjo en el domicilio de Cronenbold entre las 8 y las 9 de la mañana del 28 de junio. El día que Patricia iba a viajar a Buenos Aires para retirar la preciada visa que le permitiría después encontrarse con Francesco.

La investigación llega a esa conclusión después de recopilar testimonios y pasar los datos en limpio. Ese martes estaba convenido que Patricia llevaría a su hija a la escuela, terminaría de resolver algunas cuestiones comerciales y a las 10 tomaría el remise con destino a Neuquén, que había pagado el día anterior. Pero a las 7.30 aproximadamente, Cronenbold se presentó de improviso a la vivienda y la mujer puso en alerta a algunas amigas. Minutos antes de las 8, algunas personas aseguran haberlos visto dejando a la niña en la puerta del colegio.

Luego no se supo nada más de la mujer. Las antenas de celulares sí captaron la señal del móvil trasladándose hacia la zona donde se domiciliaba Cronenbold. Como Catriel es una localidad entre mediana y pequeña, es lógico suponer que en pocos minutos llegaron a la casa, ubicada en la calle Nicaragua al 825. A las 9.20, Cronenbald pasa – solo -, por el local comercial de Patricia, deja unas llaves a la empleada y se retira. “Tenía los ojos llorosos”, dijo la muchacha.

Durante el resto de la mañana, Fernando estará trabajando en el taller ubicado en el fondo de la vivienda con un empleado, Giuliano Díaz. Este hombre testimonió que no entró a la parte delantera de la casa sino que ingresó por el portón; y que sorpresivamente la actividad terminó al mediodía.

Los detalles suministrados por la autopsia vuelven menos creíbles todavía la argumentación de Cronenbold. El hombre asegura que los asesinos de Patricia fueron dos sicarios “con acento colombiano o venezolano”, que lo obligaron a cargar el cuerpo y después enterrarlo en medio del desierto, a 80 kilómetros de la localidad.