El ganador de Gran Hermano se aferró a la fe para salir adelante en su adolescencia y contó su experiencia en una entrevista profunda con Barbarossa.

La fe mueve montañas dice el dicho popular y están quienes creen a rajatabla en una ayuda divina y están los escépticos que descreen de eso y no por tanto tienen que ser menos valorados. Pedirle algo a Dios es encomendarse a la fe, a creer que otra salida es posible y así fue por donde tomó su camino Marcos Ginaocchio.

Ganar Gran Hermano es solo una parte de todo lo para arriba que está yendo en la vida de Marcos, quien para poder disfrutar ahora de todo lo bueno que le está pasando, entiende y recuerda muy bien que lo que pasó en su adolescencia fue fuerte y solo Dios lo ayudó a encontrar esa salida.

En una entrevista bien profunda con Gerogina Barbarossa, en su programa A la Barbarossa, Marcos se dejó llevar por la conductora y profundizó en una cuestión íntima que ya había contado en la casa, charlando con la Tora, pero que en diálogo con Georgina fue aún más detallista y sensible.

La cuestión pasó por un problema de salud de Marcos, quien no podía digerir los alimentos productos de los nervios y un laberinto de pensamientos que no le permitían vivir libre, como un chico común de unos 14 años con toda una vida por delante y una edad ideal para explorar, hacer amigos y divertirse.

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“Tuve unos problemas de salud… alimenticios. Fue medio complicado porque me pasaban muchas cosas juntas, entre ellas la separación de mis padres", comenzó su relato el Hermanito. Luego agregó: "Sentía que cada vez que estaba llegando al final del túnel, caía de vuelta... No veía salida. Me sentía en un pozo del que no podía salir. Tenía 14 años, fue un poco antes de la separación de mis padres".

Entonces al no tener por donde rumbear o a quien encomendarse para que le ayudase en ese martirio diario, Marcos optó por lo que hacen mucho rezarle a Dios y pedirle que le aclare el panorama de alguna forma para poder reencausar su vida y atravesar ese problema de salud.

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“Me sentía muy mal. Me sentía en un pozo del que no podía salir. No me encontraba a mi mismo, lo que me hizo salir verdaderamente fue lo que tuve con Dios. Le pedí que me ayude y desde ahí todo cambió. Me ayudó completamente, me guió en el sendero para salir”, destacó el Primo.

"Sentía que no daba más, que no podía estar peor. Sentía como que yo no podía salir, que cada vez que trataba de dar un paso volvía caer. Una noche llorando desconsolado dije: ‘Dios por favor ayudame porque no doy más, no sé qué querés de mí, no sé cuál es tu camino para mí, pero si no estoy con vos, si no me ayudas, no voy a poder hacer nada’”, sostuvo al recordar aquel momento de suma angustia.

Y como a muchos, aquella noche de sufrir y no ver la salida, rezar y bregar por la fe lo rescató de esa oscuridad para hoy estar viviendo un momento de mucha felicidad y por demás reconfortante. Para Marcos lo que le pasó con Dios fue literal y, sin dudas, un antes y un después en su vida: "Desde ese día todos los pasos que daba eran para arriba, ninguno para abajo”.