¿Está preparado el sistema escolar de la región para dar respuesta a un caso de bullying extremo? Esta semana se conoció un caso: un grupo de estudiantes de primer año se organizaba para acosar, intimidar y atacar a una compañera. Llegaron al extremo de pensar en un homicidio dentro del establecimiento. La denuncia la hizo pública el papá de la menor, Germán Bernales Hinrichsen, a través de las redes sociales. Al día siguiente se quejó de que la respuesta del sistema fue: “estamos con vos pero tendrás que convivir con tus victimarios. Esa es la resolución ante casos de Bullying en la provincia de Río Negro”.

Agustín Sohn, presidente de la fundación “Conectados: conciencia interactiva”, considera que el principal problema es que la ley de protección del bullying no establece mecanismos concretos para trabajar frente a situaciones conflictivas. Sancionada en 2013, la ley para la promoción de la convivencia y el abordaje de la conflictividad social en las instituciones educativas “es un papel que no tiene aplicación práctica”.

El joven, que sufrió de bullying en su paso por la escuela media, enfatizó que esta norma “no genera protocolo de acción, no genera políticas públicas de prevención, no hay herramientas de ejecución de la propia ley. Hay que cambiarla”. Y también apuntó que en las escuelas de la región no existe un protocolo de actuación que permita a los docentes y a los directivos intervenir eficientemente.

Y si los docentes no están lo suficientemente preparados, los padres deben mantenerse atentos a lo que ocurre con sus hijos. “Siete de cada diez chicas y chicos han sufrido algún tipo de violencia o acoso en el ámbito educativo, según las estadísticas de Bullying sin Fronteras. Las denuncias de estos casos aumentaron un 20 % el año pasado”, precisó.

Esos son los casos que se hacen públicos “porque muchas veces quedan entre las cuatro paredes de una institución; por vergüenza o por naturalización de la violencia. El problema es que algunas veces producen daños irreparables, como el suicidio de algunos chicos que son cada vez más frecuentes”, contó Sohn.

De allí la importancia de que los padres “estén muy atentos” a la conducta de sus hijos y que “brinden el marco de confianza para que ellos puedan contar lo que padecen en la escuela. No es normal que un chico sufra el acoso de un grupo de compañeros y por eso debemos trabajar para desnaturalizarla”.

“El papá o la mamá no se puede quedar con la respuesta básica de su hija o hijo, que seguramente va a ser que está bien, que no hay problema. Hay que mirar cómo se comporta, ver sus redes sociales y aprender a usarlas para saber cómo se está relacionando”, apuntó.

Sohn cree que la disyuntiva de “vulnerar la intimidad y la privacidad” del hijo no es tal cuando lo que está en juego es la seguridad o la integridad psíquica. “Para empezar, las redes sociales son un espacio público inmenso donde todo queda expuesto. Y segundo, es importante que los padres estén allí para apoyar al niño o al adolescente. Y que ellos sepan que va a recibir apoyo”, sostuvo.

También resaltó que es importante empezar a “desnaturalizar el maltrato, la violencia, la discriminación. Nadie merece sufrir de ese tipo de acoso. Porque después se entra en discursos justificatorios de la violencia: capaz que me lo merezco, capaz que me lo estoy buscando… Hay que darse cuenta de que no es normal. Hay que ayudar a los chicos a construir su propia defensa. Y trabajar sobre lo grupal para que se entienda que lo que significa la discriminación y la violencia”.