MALVINAS, A 40 AÑOS DE LA GUERRA

| 05/04/2022

La fulminante (¿o preparada?) respuesta inglesa

La fulminante (¿o preparada?) respuesta inglesa

El Reino Unido siempre sostsuvo que la acción argentina en las Islas Malvinas lo tomó por sorpresa. En ese papel de víctima se presentó ante el mundo y consiguió varios éxitos diplomáticos. Lo concreto es que las acciones que desplegó inmediatamente después del desembarco argentino muestran una coordinación previa. El mismo 2 de abril el gobierno de Londres solicitaba una reunión de urgencia al Consejo de Seguridad de la ONU. ¿Dudas? El 5 de abril de hace 40 años, una gigantesca fuerza expedicionaria partía desde los puertos de Postmouth y Plymouth.

En apenas dos días, los británicos habían logrado conformar una flota (la famosa Task Force), que estaba conformada por 2 portaaviones, 2 buques de asalto anfibios, 8 destructores, 15 fragatas, 6 buques de desembarco de tanques, 1 rompehielos, 3 transatlánticos, 25 buques tanques, 40 transportes, 6 submarinos y 3 dragaminas. Salvando las distancias de presupuestos militares y sus historiales bélicos: la Junta Militar estuvo tres meses para conformar la logística de la reconquista de Malvinas, ubicadas a unos 700 kilómetros de la costa. Londres demoró 48 horas para preparar una fuerza descomunal que debería recorrer 12.700 kilómetros.

Al mismo tiempo, Estados Unidos autorizaba el uso pleno de las instalaciones ubicadas en la Isla Ascensión (una especie de gigantesco portaaviones natural, ubicado a mitad de camino entre la costa africana y el norte brasileño), para el abastecimiento y recuperación de la Armada Británica. Para ese momento, la fuerza invasora ya contaba con 10.700 hombres del Ejército; 13.000 marinos y 6.000 aeronáuticos. Esta fuerza humana se desplazaba en 111 barcos de guerra y logísticos, y 117 aviones de combate y logísticos.

El día 7, el comando británico anunciaba que iba a considerar una superficie de 200 millas alrededor de las Malvinas como una “zona de exclusión” y que cualquier buque o avión argentino que atravesara esa frontera sería factible de “ser derribado”.

Para el lunes 5 de abril de 1982, el gobierno de Margareth Thatcher continuó cerrando una estrategia destinada a aislar a la Argentina. Austria informó que congelaba el envío de tanques que había comprado la Junta Militar mientras que Canadá paralizaba el traslado de equipos militares ya pactados. La Comunidad Económica Europea aplicó sanciones a la Argentina, bloqueando todo tipo de comercio desde y hacia Buenos Aires.

La módica respuesta de la dictadura cívico militar vino desde el ministerio de Economía, comandado por el liberal Roberto Alemann: la suspensión de los pagos de deuda a los bancos británicos, que generó una inesperada corrida mundial. Los acreedores habían conformado un “pool” que sindicaba los pagos. Cobraban todos o ninguno. La verdad era que el Banco Central de 1982 tampoco tenía reservas suficientes como para enfrentar esos pagos.

Mientras tanto, desde la Casa Rosada se sostenía un discurso belicista y alejado de toda posibilidad de solución diplomática. Los medios de comunicación argentinos, con sus matices, reproducían ese clima de optimismo sin fundamentos. No se veía, o se pretendía ocultar, que la fuerza operativa que comenzaba a navegar hacia los mares del sur era la segunda más poderosa del mundo, y que lo hacía bajo el amparo de la OTAN. Una fuerza entrenada para luchar en los distintos escenarios del mundo y con una hipótesis de guerra mundial, viajaba para enfrentar a una guarnición militar adoctrinada en la teoría de las “fronteras internas”. Dos realidades totalmente distintas.

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