EN EL DÍA DEL TRABAJADOR DE PRENSA

| 25/03/2022

Un homenaje a Rodolfo Walsh, a 45 años de su desaparición

Un homenaje a Rodolfo Walsh, a 45 años de su desaparición

Los dos hechos ocurrieron el mismo día. Un 25 de marzo, pero de 1944, el gobierno nacional sancionaba el Estatuto del Periodista Profesional, la primera ley que reconocía derechos laborales a los trabajadores de los medios. Pasando el tiempo, otro 25 de marzo – esta vez de 1977 -, Rodolfo Walsh moría asesinado en la ciudad de Buenos Aires. Los dos hechos se constituyeron en hitos de una celebración pocas veces recordada, pero que tiene una significación especial.

Si el 7 de junio es el “Día del periodista”, alcanzando a todos los que nos sentimos parte de esta comunidad informativa, el 25 de marzo apunta directamente a los trabajadores de medios, sin distinguir en las distintas profesiones. Y qué coincidencia que haya sido justamente un día como hoy que Walsh haya sido alcanzado por una banda parapolicial que lo buscaba para terminar con su campaña informativa.

El Estatuto del Periodista intentó poner un límite a la precarización de los empleados de los grandes diarios de la época, como El Mundo o Crítica, con larguísimos horarios laborales, muchas exigencias y pocos derechos. En su momento, Walsh dejó escrita una reflexión sobre lo que costaba una investigación periodística seria, y lo que estaban dispuestos a pagar los medios.

Walsh fue un gran escritor; tal vez uno de los más influyentes desde mediados del siglo XX. Obras de teatro (La granada, por ejemplo), cuentos policiales (Variaciones en Rojo), demuestran su calidad literaria. Pero además fue un tremendo periodista: investigó y publicó “Operación Masacre”, sobre los fusilamientos de José León Suarez. Y si con ese libro creó un nuevo género literario (la novela de no ficción), con “Quién mató a Rosendo” y “El caso Satanowsky” fue consolidando un estilo y una forma de trabajar.

En 1959, Walsh partió hacia Cuba junto a otros intelectuales latinoamericanos (desde Gabriel García Márquez a Jorge Masetti), para fundar Prensa Latina, una agencia informativa que intentaba ser una alternativa a la visión unificada de los grandes monopolios.  Y alguna vez el autor de “Cien años de soledad” contó que aquel argentino tímido y de camisas mal planchadas, se había llevado a La Habana un manual de introducción a la criptografía. Y con esa ayuda, logró descifrar los cables cifrados de la CIA que explicaban la invasión a la isla a través de Bahía de los Cochinos. García Márquez y Masetti habían pensado en enviarlo a Guatemala para averiguar más detalles, camuflado como un vendedor de biblias mormón. Hijo de irlandeses, hablaba inglés a la perfección y podía desempeñar el rol con toda naturalidad. Pero el gobierno cubano no los autorizó.

Walsh fue un periodista que trabajaba con las herramientas del escritor; y un escritor que se valía de las técnicas del periodista. Además de haber demostrado una tremenda capacidad de análisis. Antes del golpe de 1976, ya advertía sobre la tremenda naturaleza del terror que se avecinaba. Y avanzaba en la necesidad de contar con un órgano de prensa para informar “por fuera” del aparato tradicional. Por eso creó “Ancla”, Agencia de Noticias Clandestinas. Unas hojas mimeografiadas y repartidas por correo a todos los medios nacionales e internacionales que tenían sede en Buenos Aires. Existen algunas recopilaciones de aquellos “cables”, intensas denuncias donde se explicaba el funcionamiento del “terrorismo de Estado”. Incluso un diagrama de ese centro de torturas y muerte que era la ESMA.

Para el 24 de marzo de 1977 Walsh había escrito una Carta Abierta a la Junta Militar, un análisis puntual de lo que ocurría en esa Argentina oprimida.

El remate de aquel texto decía: “Si una propaganda abrumadora, reflejo deforme de hechos malvados no pretendiera que esa Junta procura la paz, que el general Videla defiende los derechos humanos o que el almirante Massera ama la vida, aún cabría pedir a los señores Comandantes en Jefe de las 3 Armas que meditaran sobre el abismo al que conducen al país tras la ilusión de ganar una guerra que, aún si mataran al último guerrillero, no haría más que empezar bajo nuevas formas, porque las causas que hace más de veinte años mueven la resistencia del pueblo argentino no estarán desaparecidas sino agravadas por el recuerdo del estrago causado y la revelación de las atrocidades cometidas”.

Aquel 25 de marzo, Walsh caminaba por el cruce de las calles San Juan y Entre Ríos. Cuando la banda de paramilitares intentó chuparlo, Walsh se resistió a los tiros y cayó muerto. Sabía los riesgos extremos que corría, conocía cómo operaban sus perseguidores y fundamentalmente, tenía una idea de lo que podía esperarle en alguno de esos centros clandestinos.

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