Pensar que en una época, y no hace tanto, las ciudades del Alto Valle empezaron a tirar sus efluentes cloacales totalmente crudos al cauce de los ríos Neuquén y Negro. Lo que hoy nos parece un crimen ecológico, en aquel tiempo era natural. La mayoría de los grandes centros urbanos del país, ubicadas a la vera del Paraná, del Uruguay o del Plata, tampoco tenían plantas de tratamiento.

Estos ríos, con su generoso aporte de agua, tenían un gran poder de autodepuración. Todo se transformaba rápidamente. Pero el cambio climático apareció para cambiar esa forma de pensar y obligó a modificar esa forma de desarrollar las obras, pragmática pero ineficaz a la hora de cuidar la salud de esos cursos.  

“Al ir disminuyendo los caudales, el poder de autodepuración que tiene el río va disminuyendo también. Hace ya varios años que venimos con déficits en los aportes de toda la cuenta, por debajo de la media histórica. Entonces, estamos frente a una situación de cambio climático y los gobiernos tienen que ir adaptándose para mitigar los efectos de ese cambio”, enfatizó Fernando Curetti, el responsable del Departamento Provincial de Aguas.

En una época se sobrevaloró la capacidad de nuestros ríos para dar respuestas a una carga tan agresiva como los efluentes crudos. Ya desde los años ’90, se empezó a planificar obras con un sentido de preservación. La de Bariloche, inaugurada en ese tiempo, tenía capacidad para tratar los desechos de una población de 90.000 habitantes y con extracción de nitrógeno. “Era importante porque el nitrógeno es un fertilizante que en un espejo de agua como el Nahuel Huapi facilita el crecimiento de algas” explicó el funcionario.

Esas plantas fueron quedando saturadas por el crecimiento demográfico por lo que se ideó un plan para buscar la recuperación plena del río. “Incluimos el concepto del vuelco cero, que significa que después de tratados esos efluentes ya no se arrojan al río sino que se reutilizan para desarrollar otro emprendimiento”, agregó.

La primera experiencia se realizó en Jacabacci, donde se realizaron comparaciones entre cultivos regados con efluentes tratados y otros con agua común. Los que recibieron los aportes de efluentes tuvieron un mayor desarrollo, por la presencia de nitrógeno y fósforo, fertilizantes naturales. Y la primera planta a escala de este tipo fue la de Choele Choel, que hoy alimenta una forestación de 10 hectáreas y está diseñada para sostener otras 20 más. El titular del DPA precisó que “tenemos un doble beneficio:  no se vuelca al curso de agua y se lo aprovecha en algo que después puede dar un beneficio económico. Un cultivo, una pastura, alimentación de ganado”.

Posteriormente se avanzó en obras que incluyeron el concepto de “vuelco cero” en otras obras, como Playas Doradas, Mainqué, Las Grutas. En esta localidad turística era fundamental tener un sistema adecuado para preservar las aguas del golfo San Matías. Allí, “hace muchos años que hay un cultivo de olivo que riega con los efluentes de la planta antigua. El club de golf también riega con efluentes los espacios verdes. Teníamos antecedentes en la práctica”, apuntó.

En cuanto a Bariloche, el funcionario comentó que la ampliación de la planta depuradora, con capacidad para otras 90.000 personas y tratamiento de separación de nitrógeno y fósforo, ya se inauguró el año pasado. También se está avanzando en el refuerzo de la Colectora Costanera, que permitirá llevar todo el caudal a la planta. “Esperamos inaugurarla en los próximos meses; esto nos dará un sistema integrado muy eficaz y holgado, porque está diseñado para 190.000 habitantes y Bariloche tiene hoy unos 130.000 habitantes”, sostuvo.