"Atrevidamente" apasionada

| 08/11/2021

Machismo y Evolución: una voz para romper prejuicios

Machismo y Evolución: una voz para romper prejuicios

Los prejuicios son estructuras mentales tan arraigadas en nuestra cabeza que suelen darse como una verdad absoluta. De esas que no necesitan demostración. Al menos hasta que alguien las interpela y obliga a releerlas desde otra mirada. Un ejemplo claro es Charles Darwin, el naturalista inglés autor del famoso libro El origen de las especies, quien no pudo escapar a los prejuicios machistas de su época. Hasta que una mujer se atrevió a confrontarlo: Antoinette Brown Blackwell.

Darwin expuso en 1859 las leyes generales de la evolución. Su teoría es considerada como una de las grandes rupturas en el pensamiento de la humanidad, al desplazar al hombre de ser una persona creada por Dios “a su imagen y semejanza”, para pasar a ser el resultado de un largo proceso de evolución. Sin dudas, en una sociedad tan estructurada como la del siglo XIX no debe haber sido fácil atreverse a sostener esas afirmaciones.

 

 

Sin embargo, todo ese coraje intelectual y moral de Darwin naufragaron a la hora de analizar las cuestiones de los sexos. El naturalista partía de la superioridad del macho: “en cuerpo y espíritu el hombre es más potente que la mujer”. Y suponía que la evolución natural se daba exclusivamente por vía paterna a partir de los elementos dominantes del macho.

Entonces, hubo una mujer que se atrevió a disentir y, de paso, despeinar algunas elegantes pelucas de aquel entonces: Antoinette Brown Blackwel era una activa defensora de los derechos de la mujer, especialmente a la educación y al voto, y una luchadora por la abolición de la esclavitud. Escribió libros, dictó conferencias y no se privó de polemizar con quienes sostenían ideas diferentes. Fue la primera mujer que asumió como “ministra” de una Iglesia Unitaria de Estados Unidos, una creencia religiosa que sigue siendo cuestionada por “hereje” tanto por católicos como por ortodoxos y evangélicos. Es que los “unitarios” cuestionan la divinidad de Jesús.

 

 

Más allá de eso, Antoinette era un alma religiosa y profesaba su fe con convicción. Pero a la hora de tratar de refutar las afirmaciones machistas de Darwin, no se refugió en el principio de la fe. Buscó argumentos científicos. Fue la primera que objetó desde una mirada racional y científica aquel punto de vista y la que abrió un amplio camino posterior para desarrollar una teoría de la igualdad de los sexos. En 1869, escribió el ensayo “Estudios de Ciencia General” y en 1875 “Los sexos en la naturaleza”.

Darwin nunca entendió del todo los cuestionamientos de la investigadora feminista. Su teoría servía como sostén científico a los que negaban el voto a la mujer al sostener que la evolución las había hecho “incapaces de pensar racionalmente sobre política y otros problemas que requerían independencia emocional y una lógica clara”.

¿Puede asombrarnos que se argumentara de esa manera? Tal vez. Pero pensemos que 100 años después, en pleno siglo XX, destacados ajedrecistas sostenían que la mujer no tenía “el pensamiento lógico necesario” para desarrollar el mentado “juego ciencia”. Judith Polgar, la extraordinaria ajedrecista húngara vino a demostrar lo contrario (su vida sirvió de base para desarrollar la serie Gambito de Dama).

Brown Blackwell buscó demostrar que la evolución se debía a un principio totalmente diferente: el de “equidad sexual”, un equilibrio orgánico “en la equivalencia fisiológica y psicológica de los sexos”. Y afirmaba: “los sexos en cada especie de organismo (…) son siempre equivalente: iguales, aunque no idénticos”.

La complementación tendría entonces un efecto claro: la equidad sexual, esto es, el «equilibrio orgánico en la equivalencia fisiológica y psicológica de los sexos». Tras múltiples análisis y reflexiones, afirmaba convencida que "los sexos en cada especie de organismo […] son siempre equivalentes: iguales aunque no idénticos".

En 1875, remarcaba: “La evolución ha dado y aún está dando a la mujer una creciente complejidad de desarrollo que no puede encontrar un campo legítimo para el ejercicio de todos sus poderes dentro del hogar. Existe una vida más amplia, que no superior, fuera [de casa] en la que ella está obligada a entrar, tomando parte en sus responsabilidades”.

Antoinette vivió lo suficiente como para poder llevar a la práctica uno de los derechos por los cuales había luchado toda su vida. Incluso con el “atrevimiento” de enfrentarse a Darwin. El 2 de noviembre de 1920 pudo participar de la primera elección abierta a la mujer. En noviembre de 1921, a los 96 años, falleció en Nueva Jersey.

En este noviembre de 2021, recordemos a una pionera que movilizó pasiones y despertó en muchas mujeres el impulso por conquistar un lugar sobre la base de capacidades, trabajo y dedicación.

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