22/04/2018

La comunicación humana, una materia pendiente

Nuestro columnista y psicólogo, Gustavo Marín, nos entrega una columna imperdible.

La comunicación humana, una materia pendiente

Plegaria: “¡Oh, Gran Señor! No os pido mayor recompensa

que la de no defraudarme a mí mismo.” Henry Thoreau

               

El lenguaje ha sido un gran logro para nuestra especie, es una muestra de nuestro salto evolutivo que nos permitió convertirnos en seres humanos.

Sin embargo no pocas veces se observa a nivel de las relaciones internacionales, entre naciones, entre gobiernos, en una familia, en una pareja, que resulta sumamente difícil entenderse entre las partes, escucharse, llegar a acuerdos, comunicarse de manera clara y sencilla evitando  gritos,  manipulaciones,  ironías, los malos entendidos, las suposiciones.

En fin, el lenguaje no fue suficiente para humanizarnos, nos cuesta comunicarnos eficazmente, el conversar no ha sido algo que nos una y nos permita crecer y desarrollarnos en paz y libertad. Es una gran paradoja que en la era de las informaciones y comunicaciones, es cuando más barreras entre los humanos se levantan, y la ansiedad, la soledad y la depresión crecen al ritmo de  la tecnología, y mucho más en la sociedad supuestamente “más avanzadas e inteligentes”. 

Una Comunicación satisfactoria es tan necesaria para la salud y las relaciones interpersonales, como el agua es para el pez. No tenemos en cuenta que una buena comunicación, puede enseñarse y aprenderse. No es innata la forma en que nos comunicamos, la aprendimos principalmente a través de la imitación de modelos, aunque no supiéramos con claridad que estábamos aprendiendo.

La importancia de la comunicación es que nos permite expresarnos, darnos a entender con los demás y satisfacer nuestras necesidades personales, sociales y de una comunidad.

Una comunicación adecuada es cuando se expresa verbalmente y con gestos acordes lo que se quiere y necesita decir, tomando en consideración el momento y el lugar apropiado, con la persona en cuestión y con el propósito de que se entienda lo que se está comunicando, su impacto y posibles consecuencias.

Para ello requerimos un conocimiento sensible de nuestras emociones y pensamientos,  y así poder expresar opiniones de un modo coherente a cada situación social que se presente, escuchando al otro.

¿Por qué a veces fallamos en la comunicación?

* Exceso de exigencias: Nos sentimos tensos, estresados y presionados por tener demasiadas obligaciones, vivimos preocupados y acelerados, terminamos diciendo mal lo que queremos decir, o nos lo tragamos.

* Poca tolerancia a la frustración: No aceptamos que las cosas sean como son. Terminan molestándonos cosas de poca importancia. Nos irritamos.

* Falta de flexibilidad: Tenemos ideas rígidas. Tendemos a culpabilizar. Utilizamos mucho: “debería”, “debo”, “tendrían”, “tengo”, “siempre”, “nunca”. Pensamos que las cosas son blancas o negras: o me quiere o me rechaza; o tengo éxito o soy un fracaso.

Pesimismo: Tendemos a ver el lado negativo de lo que acontece. Utilizamos mucho las palabras: “fatal”, “un desastre”, “terrible”, y más cuando las cosas no salen como esperamos.

* Evitación y represión: Nos cuesta expresarnos y decir lo que nos molesta de forma clara y directa, y dejamos que los conflictos y el enojo se acumule. Estamos demasiado pendiente de la aceptación de los demás, del que dirán. Tenemos miedo de ser auténticos y terminamos manipulando, no decimos nuestra verdad.   

Está claro que para una buena comunicación requerimos una importante cuota de autoconocimiento.

Es esencial el contacto con nuestras emociones y la adecuada expresión de las mismas, el  autodominio, estar centrados en nosotros mismos (sentirnos en nuestro eje, el eje es el cuerpo, el aquí ahora). Y otro aspecto fundamental es la toma de conciencia de nuestros pensamientos, expresar con claridad  nuestras ideas, saber escuchar, saber esperar, darme tiempo para reflexionar, o sea, pensar antes de actuar y animarme a actuar, correr el riesgo (saber que puedo cometer un error) y exponerme. Respetarme y respetar, reconocer mis límites y los límites del otro.

Hay un aspecto que quiero resaltar, que creo que es el fundamental para la comunicación con los demás, me refiero a la  comunicación  consigo mismo. La manera que nos comunicamos con nosotros mismos es a través de los “diálogos internos”. Estos son pensamientos, ideas que fluyen continuamente en nuestra mente, como la sangre por el cuerpo.

Los “autodiálogos” son telegráficos, una simple palabra o fragmento encierra todo un significado, y además son “incontrolables”, no decidimos que pensamos, por eso se los denominan “automáticos”. Es así como a partir de estos “diálogos” nos construimos toda una historia, que se basa, se funda en un hecho  de la realidad. Y el problema es que esta historia la tomamos como “la verdad”, y es solo una versión  de todas la posibles historias, quizás “mi novela” explique solo una parte de “la realidad”, y hasta a veces (lo más habitual) nada tiene que ver con lo que realmente sucedió.

La buena noticia es que si nos hacemos consciente de estos “diálogos” de estas “historias” que nos contamos, podemos influir en los mismos y cambiar nuestras “novelas mentales” y sentirnos mejor y actuar distinto.

Ejemplo:  Un amigo me dice que se siente solo. Entonces yo comienzo automáticamente a construir mi historia sin darme cuenta: “No valora mi amistad, no debería sentirse solo. No soy buena compañía para nadie.  Seguro preferiría estar con su amigo que se fue a vivir a otro país, porque confía más en él. Me decepciono de mí mismo y de mi amigo que no es directo.” Y termino alejándome de mi amigo y poniendo excusas para no juntarme más con él.

Estos pensamientos tiene valor de “verdad” para mí (aunque no esté seguro), por eso los alimento y los sostengo en mi mente, y me van a producir tristeza, enojo, decepción y la acción de retirarme sin hablar. Porque nuestros pensamientos no son inofensivos, afectan nuestro estado de ánimo y nos llevan a actuar en concordancia con lo que sentipensamos.

Algo que no hacemos, porque  no nos han enseñado, es a exponer nuestro pensamiento a una indagación profunda. Los tomamos como la verdad, sin cuestionarlos. ¿Estoy seguro que mi amigo no valora mi amistad? ¿Tengo la certeza que lo que pienso es absolutamente cierto? ¿Puedo tomar distancia de mi pensamiento y buscar otra forma de pensar que no sea estresante para mí?  ¿Puedo imaginarme renunciar a mí pensamiento?  Y si pienso lo opuesto: ¿puede ser verdad también?

Quizás pueda pensar y ver que me pasa: “Hace muchos años que somos amigos, mi amigo valora mi amistad, yo soy buena compañía para él. En este momento él  prefiere estar conmigo y me confía su sentir. Y para no decepcionarme de mi mismo, voy a ser directo y le voy a preguntar porque se siente solo.  Y sé que su soledad, es un asunto suyo, y lo que pienso es asunto mío, porque a veces, mis pensamientos me decepcionan, no la realidad. La realidad “es”, y solo requiere ser aceptada, no hay que discutir con la realidad.”

Si está lloviendo, me estresa pensar “no debería estar lloviendo”, me coloco en el lugar de la queja, la realidad es que “está lloviendo”. Eso no quita que salga a la lluvia con un paraguas, y mi mente abierta.    

“Gracias a la soledad, gracias además a las relaciones con otros, el hombre adquiere conciencia de ser más de lo que es. Sopena de traicionarse y renegar de sí, debe trascenderse, construirse a sí mismo, dar a su vida sentido definido y a su acción, orientación generosa.” Ignace Lepp  (1964) Las comunicación de las existencias.

 

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