Tristeza sin fin
El dolor tardó mucho tiempo en asimilarse en Roca. El sucesor de Carlos Soria, Alberto Weretilneck, también recordó a su "amigo".
Todo fue incertidumbre. Un caos de especulaciones que se fueron tejiendo con el paso de los minutos y con la noticia de que Carlos Soria, el gobernador, había sido asesinado.
Recuerdo que todo transcurrió rápidamente. Un mensaje a mi celular, y los pocos minutos la confirmación: “Soria está muerto. Estoy en la habitación. Esto es un desastre”, fueron las primeras palabras que recibí de una fuente policial esa madrugada.
Una y otra vez las confirmaciones llegaban desde el hospital, desde los celulares de sus allegados y de su entorno.
“Sólo decime si es verdad”, fue la frase de un joven dirigente peronista que esa madrugada marcó mi teléfono.
Recuerdo que fui uno de los primeros periodistas en llegar a la chacra de Paso Córdoba. El sol comenzaba a asomar en una ciudad que nada sabía.
Mientras en el hospital ya se había confirmado su muerte, sobre la Ruta Provincial 6 se divisaban dos columnas bien claras de personas que marchaban rumbo al sur.
Una era de los dirigentes políticos, de Weretilneck, de Pichetto, de los legisladores y amigos que con el rostro desencajado intentaban buscar explicaciones.
La otra columna era de vecinos que con un sonrisa y todo su equipaje, circulaban en dirección a la zona del río Negro, a festejar el año que recién comenzaba.
Se me viene la imagen una camioneta roja. Al observar tanta gente, el hombre detuvo la marcha y preguntó qué había sucedido.
“Los mataron a Soria”, respondí.
El hombre lanzó una leve sonrisa. Luego me miró fijo a los ojos y preguntó si era un chiste.
Ya nada iba a ser lo mismo ni para él ni para miles de roquenses y rionegrinos que no podían creer lo que pasaba.
La sensación de frustración se vivió por semanas. No había otro tema de conversación.
En la verdulería, en el mercado del barrio y en la peluquería. Todo era desazón y tristeza.
A partir de ese momento, ya nada sería igual.
Weretilneck: “Perdí a un amigo”
El gobernador Alberto Weretilneck también recordó a Soria. “Perdí a un amigo y a un hombre que ayudó a llegar donde estoy hoy”, recordó el mandatario provincial al recordar esos momentos difíciles cuando esa madrugada le tocó transitar por la Ruta 22 los momentos “más difíciles”.
-¿Una imagen?
-Cuando me despertó quien en ese momento era el secretario de Seguridad, César Chao Monzón. Fueron momento durísimos primero porque uno piensa en la persona y en las circunstancias. Recuerdo esos 40 kilómetros que mi cabeza no paraba de pensar.
¿Alguna sensación con la familia Soria hoy?
Sólo comprender el dolor de ellos. La pérdida del Gringo y la tragedia de la familia. Fundamentalmente la comprensión ante tanto dolor.
Por Luis Leiva