31/12/2016

El trágico Año Nuevo del gobernador que sólo duró 21 días

El asesinato de Carlos Soria, en 2012, terminó con el sueño de transformar la provincia.

Matías Pordomingo
El trágico Año Nuevo del gobernador que sólo duró 21 días

El disparo fue en las primeras horas del 1 de enero del año 2012. Los ecos de esa detonación se siguen escuchando en algunos rincones de la provincia.

Un día como hoy, 5 años atrás, asesinaban al gobernador en su chacra de Paso Córdoba.

Había muerto Carlos Soria. Nada estaba quieto esa noche. Nadie de los que despertó con esa noticia podía creerlo.

Como si se tratara de los efectos de la curda de Año Nuevo, parecía que una mala resaca obligaba a preguntar una y otra vez si aquella noticia era verdadera.

Río Negro amanecía con su gobernador muerto. Y las circunstancias lo hacían parecer aún más un relato onírico, una novela negra, un falso rumor que no podía ser cierto.

Todos los incrédulos encendían sus televisores (altar eléctrico de lo que es verdad) para confirmar en los canales de noticias aquello que repetían todos.

Y todos tenían el mismo título: Asesinaron al gobernador de Río Negro.

Habían matado al peronista que había sacado a los radicales de un reinado de tres décadas en la provincia. El que venía a transformar Río Negro, después de transformar una ciudad.

El odiado, el amado, el querido, el cuestionado, el polémico, el intransigente, el calentón, el pasional.

Muchos Carlos Soria vivían adentro de Carlos Soria. Era el jefe de la SIDE de Duhalde, era el intendente que de incógnito, con un auto prestado, recorría sorpresivamente las obras para ver si todos trabajaban.

El loco, el gritón, el trabajador, el ganador y el perdedor, el que tenía un plan, el que sabía improvisar, el administrador, el tipo galán que robaba los suspiros de las señoras. El tipo que no tenía problemas en ser peronista y un poco gorila también, cuando se refería a "negros" o "vagos", en privado y también con un micrófono enfrente. Bromeaba y cruzaba límites: “A ustedes (los periodistas) hay que pegarles de chiquitos” se animó a decirle a los reporteros en la cara.

Y era así apasionado, y era un poco loco, y era trabajador, y era todo eso junto en una personalidad que nunca pasaba desapercibida.

Era amigo de Carrió y de Alfonsín. Amigo de Duhalde y enemigo del “Flaco” Kirchner. Bichos los dos, ninguno lo manifestaba en público.

Un disparo en la madrugada le puso un abrupto final a su vida, a su carrera y a un proyecto. Tan solo gobernó 21 días las provincia de Río Negro. Un cargo al que le había dedicado, quizá sin saberlo en un principio, toda la militancia de su vida. Algunas se animaban a vaticinar que si hacía una buena gobernación podía ser candidato a Presidente.

El disparo fue alrededor de las 4 de la mañana del 1 de enero del año 2012. Trece minutos antes de las 5, los médicos dejaron asentado su fallecimiento en el hospital Francisco López Lima, a donde fue trasladado de urgencia. De todas formas, y según se puede reconstruir a partir de los testimonios brindados en el juicio, ya había subido sin pulso a la camilla que lo trasladó.

Los celos, el pernil, la pileta y el revólver maldito

La cena de fin de año en la chacra de Paso Córdoba fue tensa, pero no sorprendió a ninguno de los presentes. Ya estaban acostumbrados a las discusiones entre Carlos Soria y su esposa, Susana Freydoz.

La cosa se había puesto más tensa desde que “El Gringo” había ganado la gobernación. Él no quería llevarla a Viedma, y Susana Freydoz incrementaba sus celos hacia el flamante gobernador. Tampoco era una novedad, ella sospechaba de todas las mujeres que formaban parte del círculo político del gobernador, y la fama de galán de Carlos alimentaba aún más esos sentimientos.

“Esto va a terminar mal”, le había advertido Carlos Soria a su nuera (también funcionaria en las gestiones municipales y en la provincia) Victoria Argañaraz. Tres meses antes del fatal desenlace, le había dicho ”esta mujer está loca, yo sé lo que les digo”, en referencia a su esposa.

Los testimonios que recabó la Cámara Primera en lo Criminal permitieron recrear la secuencia previa y posterior al disparo.

Los reproches y el clima tenso se vivieron durante toda la cena, en la que había 14 comensales y estaban todos los hijos del matrimonio excepto Germán.

Pelearon por el pernil. Por cómo había que cortarlo. Una pavada. Después, una nueva pelea le puso un abrupto final a la cena de Año Nuevo: a "El Gringo" se le había ocurrido meterse en la pileta de madrugada, Susana Freydoz le reprochó el antojo y los gritos sirvieron para que cada uno de los comensales se levantará de la mesa y diera por terminada la celebración.

María Emilia y su pareja, Mariano, tenían una habitación allí en la chacra, ya que su domicilio era en Capital Federal. Mariano fue a la habitación y se quedó dormido. María Emilia fue a la cocina con su madre, que había tomado además de vino blanco, algunos daiquiris y champagne. Más de lo habitual, que ya era mucho.

Susana Freydoz fue a su habitación matrimonial y comenzó una nueva discusión. María Emilia prefirió cerrar la puerta del cuarto donde dormía Mariano.

"Por tu culpa me voy a matar", se escuchó gritar a Freydoz.

Aparentemente Carlos Soria ya estaba dormido en el lecho matrimonial cuando Susana Freydoz tomó un revólver Smith & Wesson calibre 38 de la mesa de luz de su marido (aficionado a las armas) y apuntó a su rostro.

Entonces, se escuchó la detonación.

A partir de ahí todo fue caos.

Corridas, gritos, histeria, confusión, lágrimas…la chacra de la familia Soria se llenó de tensión, adrenalina y olor a pólvora.

María Emilia corrió a la habitación y se encontró con la trágica escena. Mariano, su marido, no se despertó por el disparo, sino por los gritos de su mujer, que peleaba con su madre Susana. Mariano se vistió e hizo sonar la alarma, además de separarlas y correr hasta el puesto de seguridad para pedir que envíen una ambulancia.

El primero en regresar fue Martín Soria, que ya había emprendido la vuelta a Roca, donde había dejado a su familia. Al encontrarlo en el lecho, herido, con la esperanza que aún mantenía la respiración lo abrazaba y le pecía "aguantá viejo, no te vayas".

La ambulancia rugía desde la guardia del López Lima en una noche que ningún médico ni enfermero olvidará jamás. El profesional que llegó fue el doctor Ramiro Saffini, junto a un enfermero y el chofer de la ambulancia, alrededor de las 4.10.

Entonces, Soria ya no tenía pulso ni respiraba. Martín, Mariano, el enfermero y el chofer subieron al gobernador a una camilla y a la ambulancia. En el camino intentaron reanimarlo, y también en el hospital. Todo fue en vano. A las 4.47 decretaron que Carlos Soria había muerto.

Empezaron los mensajes. No era época de Whatsapp. Los SMS comenzaron a circular entre los aún despiertos y la noticia parecía producto de un mal sueño: Habían disparado al gobernador. ¿Quién, cómo, sería cierto, sería posible?¿Un atentado, un robo, un suicidio, un accidente? La noche se llenaba de incertidumbre. Algunos todavía bailaban y brindaban y a medida que la noticia llegaba, todo se iba paralizando.

El primero en confirmar el deceso oficialmente fue su mano derecha, el entonces secretario de Información y Coordinación de Río Negro, Julián Goinhex. “Sí, el gobernador recibió un tiro en su residencia particular en las afueras de Roca” confirmaba a primera hora al diario “Río Negro”. El primer comunicado oficial, emitido algunas horas después del hecho, iba a generar polémica porque aseguraba que se había tratado de un "accidente doméstico".

Llegó al lugar Alberto Weretilneck, su vice. Poco a poco, se fueron sumando otros funcionarios y amigos. Oscar Albrieu, Miguel Pichetto, Mario Bartorelli, Luis Di Giácomo, Oscar Parrilli y otros tantos políticos fueron los primeros en llegar al lugar de la conmoción, y el registro fotográfico de su llegada conforma las primeras imágenes del suceso que conmocionó a la provincia y el país.

Llegaron a la chacra efectivos policiales de Criminalística, de la Regional Segunda y hasta del Cuerpo de Seguridad Vial. Tomó intervención el juez Emilio Stadler quien inmediatamente decretó el secreto de sumario.

Algunas horas después de su muerte, trasladaron sus restos a la Morgue Judicial y luego el círculo íntimo despidió sus restos en una reducida ceremonia realizada en el cementerio Parque Las Fuentes.

Un disparo en el primer día del año 2012 terminó con vida de Carlos Soria. Para muchos, terminó también con un proyecto. El eco de aquella detonación todavía suena en muchos rincones de la provincia. (ANR)


Por Matías Pordomingo

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