2018-05-22

"No quería matarlo. No fui criada para asesinar a nadie"

La periodista Miriam Lewin - de TN- elaboró un amplio informe donde cuenta la vida y las vivencias de Bridgitte Nieto, la mujer trans que en primera instancia fue condenada por asesinar a su expareja, Javier Lincoleo, y luego fue absuelta por el Superior Tribunal de Justicia de Roca al entender que el crimen se dio en una contexto de violencia de género al cual había sido sometida la joven.

Nieto no sólo habló del hecho sino también de sus vivencias y del dolor que puede estar sintiendo la familia de la víctima.

Aquí reproducimos el informe del canal de noticias TN:

"Aquella noche de enero en la pieza cercana a la Facultad de Derecho del Comahue fue solamente un hito de violencia más en la vida de Bridgitte Nieto, una mujer trans nacida en un pueblo de Río Negro que tuvo que escapar de su casa a los 14 años y se hundió en la prostitución y las drogas.

Un año antes de que ella matara a su compañero Javier Lincoleo de una puñalada, un hombre que había solicitado sus servicios como prostituta la había llevó a un descampado, porque creía que le había robado un celular y le disparó. La bala le perforó un pulmón: la chica estuvo al borde de la muerte.

Con Lincoleo hubo primero una discusión y gritos, relataron los vecinos del cuarto que ocupaban. Nadie estuvo ahí para saber cómo empezó todo. Pero lo real es que ni bien empezaron a convivir, solamente cuatro meses antes, él la obligaba a traer dinero para pagar el alquiler, la comida y la droga. Los dos consumían crack y el nivel de gastos lo afrontaba ella trabajando como prostituta. Lincoleo la dejaba encerrada en la pieza o la echaba, según su humor. Ella, sin embargo, lo perdonaba. Hasta esa noche, en que le clavó un cuchillo en el corazón.

Según una perito del juicio, ella percibía solamente los "aspectos positivos de su personalidad" y lo tenía idealizado. Y fue ella quien, cuando llamó a la ambulancia, dijo que era su pareja, a pesar de que la relación de sumisión y explotación podía no ser considerada así.

"Cuando uno piensa en trata, se imagina una red, pero no es necesariamente así", apunta Diego Broggini, el abogado que consiguió que Bridgitte recupere la libertad. "Acá no había afecto. Y a pesar de eso, por las propias declaraciones de Bridgitte se aplica el agravante por el vínculo en el pedido de pena máxima por parte de la fiscal", puntualiza.

"Ella fue detenida inmediatamente. Dos veces le negaron la excarcelación. Una vez porque no tenía arraigo; la otra, cuando había venido una tía a plantear que viviría con ella, porque podía fugarse", se queja.

Está acreditado que Bridgitte tenía lesiones defensivas en el brazo y un hematoma en la cabeza. Pero Lincoleo también tenía cortes en las extremidades superiores. No se sabe a ciencia cierta, dijo el tribunal de primera instancia, quién inició la agresión. También incluyó en la sentencia a nueve años que Bridgitte empezó a cumplir una especie de manual de instrucciones de cómo se tendría que haber comportado para abandonar esa relación tormentosa y abusiva. "Que tendría que haber ido a la policía, que podría haberse mudado, que no tenía con Lincoleo hijos que la unieran, que había una equivalencia de físico y de fuerzas. Eso revela un desconocimiento profundo de los mecanismos de la violencia de género", sostiene Broggini.

Finalmente, llegó la absolución por el Tribunal Superior de la provincia, y con ella la libertad.

Desde la casa de una tía donde vive ahora, en General Enrique Godoy, Bridgitte revive su calvario en diálogo con TN.com.ar. Recuerda lo difíciles que fueron sus primeros años, cuando una persona como ella, que había nacido varón y se sentía mujer, no era aceptada.

"Me gritaban de todo, me tiraban piedras, todos se reían. Eran muy cerrados de cabeza. Hoy está más aceptado", rememora.

Por eso se fue cuando era casi una nena y cayó en la prostitución, en redes de explotación sexual. "Me tuve que escapar de una red para salvar a una amiga mía. La tuve que llevar a Trelew porque la iban a prender fuego. Me tuvieron encerrada en Cipoletti, me iban a llevar a Rosario", relata sobre aquellos tiempos.

Un año antes del episodio con Lincoleo, un cliente le disparó. "Salgo con él y me acusa de haberle robado el celular. Me da vuelta la cartera. Le exijo que me devuelva las cosas y me dice: 'No me jodas flaca, que está cargada'. Me apoya un fierro en el pecho y dispara. Me dio en un pulmón. Después la compañera que le había sacado el celular realmente se lo dio a la policía y por los mensajes lo ubicaron y lo detuvieron", aclara.

"La gente no sabe lo que yo viví", asegura cuando vuelve al episodio por el que fue juzgada. "(Lincoleo) Me estaba cortando mis brazos. El miedo no lo puedo explicar. Es un segundo en el que no sabés bien lo que hacés. No quería matarlo. No fui criada para asesinar a nadie", continúa.

Ella no deseaba que muriera. De hecho, llamó a la ambulancia y creía que podía salvarse. "Cuando llega la policía, me suelto, entro y digo: '¡Está vivo!'. Porque todavía respiraba. Tenía desesperación por que lo ayudaranenseguida", se angustia. "Pero me tiraron de los pelos y me esposaron. Dos días después me entero de que había fallecido. Fue un dolor tremendo. Yo no quería matarlo, únicamente quería sacármelo de encima" , precisa.

 Las primeras entrevistas con la fiscal que pidió para ella la pena máxima fueron violentas. "Me trataba de asesina, me decía que me iba a pudrir en la cárcel. Me sentí muy sola, me maltrataban psicológicamente. Hasta que empezó a defenderme Diego (Broggini) estuve muy desamparada", sostiene.

La relación con Lincoleo no era de amor, entiende ahora. "No se puede querer a nadie en esa situación. Estábamos muy perdidos con el tema de la droga. Yo no tenía un techo, me dejaba manipular. Era horrible", reconoce.

La sentencia que la condenó a nueve años incluye observaciones sobre lo que tendría que haber hecho, por ejemplo, acudir a la comisaría a hacer la denuncia por malos tratos. Bridgitte la hizo cuando Lincoleo no la dejaba entrar a la habitación y la echaba a empujones "porque no había traído droga". Pero él mostraba recibos de alquiler y las policías mujeres se disculpaban con ella por no poder hacer nada. "Él es el titular aunque vos lo pagues", se excusaban.

 "Después, cuando amanecía y se le pasaba la bronca, me dejaba entrar", admite. "Yo ponía todo lo que ganaba ahí. No tenía adónde ir", sostiene.

El día en que le avisaron que salía en libertad estaba deprimida. Recibió una llamada de su abogado que le dijo: "Levantate. Juntá tus cosas que te vas". No le creyó. Pensó que era un mal chiste.

Cuando salió, a los apurones, sin poder tener ni siquiera un último almuerzo con sus compañeras de prisión, tuvo que esperar al letrado en el portón. "Prácticamente me echaron", sonríe.

Lo primero que quiso hacer fue mirar el cielo y el agua, y fueron juntos al río, a comer unas empanadas.

Bridgitte se resistía a dar una entrevista. La razón es la comprensión que tiene del dolor de la familia de Lincoleo. "Esa madre perdió un hijo y las hermanas a un hermano, a pesar de que yo esté libre y tenga derecho a rehacer mi vida. No quiero provocarles ningún sufrimiento", argumenta.

A la pregunta de cómo se ve dentro de cinco años contesta con una broma: "Más vieja, seguramente". Hoy mismo empezará un curso de masoterapia que le va a permitir tener un trabajo. Quiere estar "fuera de la calle y lejos de la droga". "Tengo que aprovechar, empezar de nuevo y seguir", se promete a sí misma. (ATN-ANR)

 
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